Mis Manos
Un cuento quiropráctico
Busco mis manos, que me buscaban desde hace
tiempo, doy vueltas para encontrarlas y no las veo. Quizás no las conozco y en
todos estos años las pensé distintas. O tal vez olvidé las sensaciones que nos
conectaran, simplemente estaban. Vagas imágenes me llevan a imaginarlas, pero
éstas pasan, nada queda, solo la necesidad de encontrarme.
Pienso en
Don Juan Matus cuando decía que para
el acto de ensoñar lo primero que había
que buscar eran las manos, cuando las encuentras te encuentras.
Ejercitar
la mente cuando estas durmiendo, usar
los sentidos, intentar manejar la situación no es fácil, y te lleva a vivir
decepciones. Hubo noches que aparecían imágenes amorfas que me estremecían, y
me hacían pensar que podían llegar a ser mis manos. No podía ni quería verlas
así, a pesar de no conocerlas estaba seguro que eran especiales
En cada
oportunidad que tenía seguía buscando, hubo días en que las imágenes se mezclaban
con una luz, que no podía identificar, el deseo ferviente de que fueran ellas
se hacía presente. En algunas oportunidades las adiviné intentando mostrarse, ¡y
esa luz!,
Día tras
día volvía a ese lugar que creía conocer, soñando en busca de mis manos, pero
he encontrado solo oscuridad. Viendo imágenes que deforman mi percepción,
quizás ésas sean mis manos, pero no logro reconocerlas. O quizás ese sea yo,
oscuro, indefinido, sin la convicción necesaria para mostrarme tal como soy.
Yo, mis Manos, ¿cómo separarme de de ellas?,
soy lo que son,
¿Allí están?,
muchas sensaciones vinieron a mí, y me llenaron de ansiedad, me he preguntado a
cada momento si comprendía el vínculo que nos une, quizás ese fue siempre el
problema, pensarlas como simples máquinas.
Mis manos, las había olvidado, y siempre
estuvieron, me acompañaron, dolieron, sirvieron, aliviaron pesares y entregaron
salud. ¡Cómo podía!, durante años mis maestros me enseñaron a brindarme, a
servir, simplemente ya no pude percibir, me fui olvidando, las puse a trabajar,
y las fui perdiendo,
Un día pude
verlas, como hermosas herramientas que recibían y emanaban luz, ¡pude verlas!.
Conté y
dije a quien quisiera escuchar que me encontré con mis manos, sin temor ni vergüenza, despojado de prejuicios, creo
que hasta grité de emoción, alguien me prestó atención, muchos otros simularon
escucharme, creo saber que nadie me entendió, ¿sus manos?, quien puede perder
sus manos dijo alguien.
El acto de
encontrarme despertó en mí una sensación de calma, tan sutil que puedo percibir
sensaciones perdidas, quizás olvidadas.
Y entonces supe
y pude ver.