sábado, 22 de diciembre de 2012



                        Mis Manos
              Un cuento quiropráctico
                                                    





Busco mis manos, que me buscaban desde hace tiempo, doy vueltas para encontrarlas y no las veo. Quizás no las conozco y en todos estos años las pensé distintas. O tal vez olvidé las sensaciones que nos conectaran, simplemente estaban. Vagas imágenes me llevan a imaginarlas, pero éstas pasan, nada queda, solo la necesidad de encontrarme. 





Pienso en Don Juan Matus  cuando decía que para el  acto de ensoñar lo primero que había que buscar eran las manos, cuando las encuentras te encuentras.
Ejercitar la mente cuando estas durmiendo,  usar los sentidos, intentar manejar la situación no es fácil, y te lleva a vivir decepciones. Hubo noches que aparecían imágenes amorfas que me estremecían, y me hacían pensar que podían llegar a ser mis manos. No podía ni quería verlas así, a pesar de no conocerlas estaba seguro que eran especiales














En cada oportunidad que tenía seguía buscando, hubo días en que las imágenes se mezclaban con una luz, que no podía identificar, el deseo ferviente de que fueran ellas se hacía presente. En algunas oportunidades las adiviné intentando mostrarse, ¡y esa luz!,












Día tras día volvía a ese lugar que creía conocer, soñando en busca de mis manos, pero he encontrado solo oscuridad. Viendo imágenes que deforman mi percepción, quizás ésas sean mis manos, pero no logro reconocerlas. O quizás ese sea yo, oscuro, indefinido, sin la convicción necesaria para mostrarme tal como soy.
 Yo, mis Manos, ¿cómo separarme de de ellas?, soy lo que son, 







¿Allí están?, muchas sensaciones vinieron a mí, y me llenaron de ansiedad, me he preguntado a cada momento si comprendía el vínculo que nos une, quizás ese fue siempre el problema, pensarlas como simples máquinas.
 Mis manos, las había olvidado, y siempre estuvieron, me acompañaron, dolieron, sirvieron, aliviaron pesares y entregaron salud. ¡Cómo podía!, durante años mis maestros me enseñaron a brindarme, a servir, simplemente ya no pude percibir, me fui olvidando, las puse a trabajar, y las fui perdiendo, 


Un día pude verlas, como hermosas herramientas que recibían y emanaban luz, ¡pude verlas!.






Conté y dije a quien quisiera escuchar que me encontré con mis manos, sin temor  ni vergüenza, despojado de prejuicios, creo que hasta grité de emoción, alguien me prestó atención, muchos otros simularon escucharme, creo saber que nadie me entendió, ¿sus manos?, quien puede perder sus manos dijo alguien.
El acto de encontrarme despertó en mí una sensación de calma, tan sutil que puedo percibir sensaciones perdidas, quizás olvidadas.
 





Y entonces supe y pude ver.



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